martes, 20 de octubre de 2015

Revistas de literarias

El grillo canta en continuado

Rescate. Entre 1959 y 1986, Abelardo Castillo publicó tres revistas literarias emblemáticas. Liliana Heker, Sylvia Iparraguire y Sylvia Saítta evocan y analizan este legado, ahora en edición facsimilar de la Biblioteca Nacional.

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por Sylvia Saitta
Hace menos de diez años, aparecía el libro Animales fabulosos. Las revistas de Abelardo Castillo , editado por Elisa Calabrese y Aymará de Llano, corolario de la investigación de un equipo de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Además de textos críticos sobre las revistas de Abelardo Castillo y sus índices, incluía un CD con las tres revistas digitalizadas, subvencionado por la Fundación OSDE. En su introducción, Calabrese afirmaba, con razón que el costo de una reproducción facsimilar de las revistas era una empresa imposible. Pero el tiempo pasa; hoy contamos con la magnífica edición facsimilar en cuatro tomos, de las tres revistas dirigidas por Castillo: El Grillo de Papel , El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco , realizada por la Biblioteca Nacional que, a lo largo de estos años –y esperamos que así siga–, lleva editados treinta y siete facsimilares de publicaciones culturales argentinas.
Los tomos están precedidos por un “breve recuerdo” de Horacio González como lector deEl Grillo de Papel ; un artículo en el que Elisa Calabrese da cuenta de los principales rasgos de esas revistas; y una entrevista al propio Castillo cuyo título, “La literatura como fundamento”, describe, con particular precisión, la base y el centro del proyecto que, con sus diferencias, se escandió entre septiembre de 1959 y agosto de 1986.
En este sentido, la edición conjunta de las tres colecciones permite leer, como en un bajo continuo, las constantes que se mantienen aun cuando cada una de ellas intervino en diferentes momentos político-culturales y presenta rasgos propios. La continuidad explícita es la elección de los títulos. Hay un grillo, un escarabajo y un ornitorrinco: si los dos primeros son insectos imaginarios, porque el grillo es de papel y el escarabajo, de oro; el ornitorrinco, por su propia rareza, es un animal casi de fantasía. Seres ficticios e ilusorios que, como la literatura misma, se inscriben en una tradición que los precede –el poema “El grillo”, de José Pedroni; “El escarabajo de oro”, de Edgar Allan Poe–, o dialogan, de modo oblicuo y cifrado, con la ominosa realidad de los tiempos de la dictadura: “no es casual que esta revista se llame El Ornitorrinco –afirma Abelardo Castillo en su primer número de octubre/noviembre de 1977–: dejando momentáneamente de lado la etimología (ornitzos-rigxsos, que significa algo así como pico de pájaro y que forzando un poco las cosas podría pasar por una metáfora del poeta), el ornitorrinco es más bien un animal imposible. Una especie de cuis con hocico de pato, un mamífero que pone huevos y tiene las patas delanteras palmeadas, que no es anfibio pero le falta poco y que, dejando de lado al equidna (otro que no es lo que se dice una belleza), parece no tener familia en esta tierra. Es el Don Quijote de los bichos, es especie única”.
Una segunda línea de continuidad es la presencia de Jean-Paul Sartre como la gran figura del intelectual comprometido. Desde uno de los primeros números de El Grillo de Papel –cuando reproducen la entrevista realizada por Jacques Allain Miller a propósito del éxito de Los secuestrados de Altona en París–, hasta la muerte de Sartre en abril de 1980, las revistas de Castillo publican numerosísimos textos de Sartre. Reproducen entrevistas de otras publicaciones, reseñan sus libros y transcriben sus polémicas. El aspecto más destacado es el de Sartre escritor –“ningún otro escritor de nuestra época consiguió cifrar como él, en escritura y actos, el tiempo que le tocó vivir”–, como sintetiza Castillo al dedicarle el editorial de El Ornitorrinco después de su muerte: “Sé que ningún escritor me influyó tanto como Sartre. Porque tampoco hay casi página de esos libros en las que no redescubra una idea que hoy siento naturalmente como mía. Y esto no es una mera acotación personal: es un hecho constatable en casi todos los intelectuales de la generación del 55 y de mi propia generación. Todos, en algún momento, hemos sentido el derecho a discutir con él. Todos hemos saqueado sus libros. Dicho de una vez: nos enseñó a pensar”.
Menos evidente es, quizá, la persistente línea editorial que reivindica, en los apasionados años 60 y 70, la primacía del arte por sobre la política, el compromiso del escritor por fuera de toda bandera partidaria, la libertad de opinar sobre las políticas internas de los partidos de izquierda y del peronismo, y una militancia en contra de la autocensura o “el vigilante en la cabeza”. Porque así como las revistas de Castillo denunciaron los atropellos del Plan Conintes durante el gobierno de Arturo Frondizi y la violencia de los regímenes militares, condenaron, con particular vehemencia, el impacto de esa intimidación estatal en los silencios y las toma de posición de los intelectuales. Así, tras el golpe de Estado contra Frondizi en marzo de 1962, Castillo y Heker denuncian la autocensura y el miedo que se lee en las publicaciones literarias al afirmar que nadie dijo que Miguel Angel Asturias fue preso, a pesar de su enfermedad, en Buenos Aires. O que a Leónidas Barletta, ex presidente de la SADE, lo encarcelaron y que la noticia apareció en la sección policial de los diarios. Pero que esos mismos que callan tienen, en cambio, el coraje para exigirle a Truffaut que se preocupe un poco por Argelia... “La censura –concluyen– será todo lo vituperable que se quiera, pero entre nosotros lo que particularmente da bastante asco, seamos francos, es la autocensura, la demasiada cautela, el andar con un vigilante en la cabeza”. Nuevamente, con el golpe a Arturo Illia en junio de 1966, Castillo retoma esos términos –“Hay algo peor que la censura: la autocensura. El vigilante en la cabeza. La censura sólo contamina al inquisidor, lo rebaja o (como con frecuencia ocurre) lo ridiculiza; la autocensura lo envilece a uno”– para denunciar que si a partir del golpe se vio “cuán educadamente adverbiamos y adjetivamos los escritores conformistas y rebeldes, la SADE y los poetas locos”, a partir de la intervención de la universidad pública en la Noche de los Bastones Largos “sí que no hay excusas. A tres meses de dormir sobre la carona, abstenerse, no opinar, siendo escritores, me parece un acto de auto-destrucción. O de mala fe. Peligroso para lo que es nuestro territorio y nos incumbe: el porvenir de nuestra cultura”.
“Un grillo manso que te quiere”
El Grillo de Papel nació, como suele suceder con muchas revistas de izquierda, de una polémica: la que Abelardo Castillo y Arnoldo Liberman sostuvieron con la ortodoxia del Partido Comunista representada por la revista Gaceta Literaria, de Pedro Orgambide. La leyenda cuenta que una noche, el grupo disidente que integraban Castillo, Luisa Pasamanik, Oscar Castelo, Víctor García Robles, Humberto Costantini, caminaba por Callao mientras conversaba sobre los posibles nombres para una nueva revista; uno llevaba un libro de José Pedroni, otro propuso “El grillo”, y Castillo, o quizá García Robles, gritó “de papel”. Esa misma noche –cuenta Castillo–, Liberman recibió un telegrama que decía: “Acaba de ser fundado El Grillo de Papel ”. Su primer número salió a la calle el 28 de septiembre de 1959 dirigido por un Consejo Directivo integrado por Castillo, Liberman, Oscar Castelo y Víctor E. García. Pronto se sumarían Liliana Heker, como secretaria de redacción, Betina Duret, Susana Isod, Hugo Kusnetzoff como colaboradores inmediatos. El epígrafe –“Gris es toda teoría y verde el árbol de oro de la vida. Goethe”– anunciaba la primacía de la ficción sobre toda teoría política: “ El Grillo de Papel ha de ser, casi esencialmente, una revista para quienes la literatura es, antes que otra cosa, una actividad creadora. Estamos convencidos de que, para esclarecer su posición ante la vida, el escritor no necesita recurrir a la efusión panfletaria o al deliberado puntillismo de un ensayo académico (...)”.
Esta preeminencia de lo literario por sobre la política permite el acercamiento en ese entonces casi imposible entre una revista de izquierda y Jorge Luis Borges: en su primer número, El Grillo de Papel reproduce unos versos que dicen “En el cuerno salvaje de un arco iris/ clamaremos su gesta/ como bayonetas/ que portan en la punta las mañanas” y pregunta: “¿Quién es el autor de estos versos y cuál el título del poema?
El Grillo de Papel premiará con una suscripción a las primeras cinco respuestas correctas”. En el número siguiente, y para sorpresa de muchos, se informa que los versos pertenecen al poema “Rusia” de Borges; de más está señalar que la revista recibió una sola respuesta correcta... Esa tímida y a la vez provocativa primera incorporación de Borges en la revista se explicita en las polémicas sobre literatura y política que El Escarabajo de Orosostendrá a lo largo de los años 60. Y se cierra en el último número de El Ornitorrinco de agosto de 1986, cuando publica “Una oración” de Borges como homenaje al escritor recientemente fallecido.
Y en efecto, el rasgo distintivo de El Grillo de Papel es la de ser principalmente una revista literaria. En sus páginas se publicaron cuentos y poemas de jóvenes y no tan jóvenes escritores y poetas argentinos y extranjeros. Ya su primer número traía en tapa “El marica”, primer cuento de Castillo; le siguieron “El pacto” de Adelaida Gigli; “Informe sobre ciegos” de Ernesto Sabato; “Una hermosa familia” de Beatriz Guido. Publicaron poemas de Arnoldo Liberman, Nicolás Guillén, José Portogalo, Rodolfo Alonso, Nina Cortese; relatos de Julio Cortázar, Humberto Costantini, Liliana Heker; reportajes a Luis Franco, Angel Rama, Juan Goytisolo; reseñas de nuevos libros; comentarios sobre cine, teatro y artes plásticas.
Su segundo rasgo, como lo será también de El Escarabajo de Oro , es la incorporación del humor y la sátira en secciones como “Grillerías”, “Bicherías”, “Marginalia”, “Cazando grillos”, “El quiosco del grillo”, en las que se critica a los otros, se transcriben notas breves sobre política, cultura o literatura, se interviene en el presente político y cultural a través de un humor que remite tanto a los juegos verbales de Cortázar como también a la tradición del “Parnaso satírico” de la revista Martín Fierro de los años 20, y “Recontra”, la contratapa de Contra , la revista de los franco-tiradores, de Raúl González Tuñón en los 30. Así, convivían en montón “modernas reflexiones sobre música, Hitler, genética, arquitectura, Beethoven, los inodoros, el sentido de la vida”.
El Grillo de Papel salió un solo año: después de su sexto número en noviembre de 1960, la censura implementada por el Plan Conintes ordenó el cierre de Stilcograf, donde se imprimían la revista de Castillo y varias revistas más – Gaceta Literaria , Fichero ,Cuadernos de Cultura , Cuatro Patas – que también fueron clausuradas.
“¡El escarabajo! Su color es de oro brillante”
Distinta fue la suerte de El Escarabajo de Oro , cuyos 42 números se publicaron entre mayo de 1961 y septiembre de 1974. Los primeros conservaron el mismo epígrafe que El Grillo de Papel . Figuraban Castillo y Liberman como directores; Heker como secretaria de redacción, y Hugo Kusnet-zoff, Ricardo Alventosa, Horacio Salas, Marcos Silber, Alberto Lagunas, Bettina Duret, Susana Isod, Alicia Laroche, Luis M. Sánchez, Eduardo Barquin como colaboradores. Sin presentación formal, un recuadro de la sección de misceláneas titulado “Cripto-editorial”, apuntaba la continuidad: “Cualquier semejanza del Escarabajo con algún otro coleóptero, vivo, muerto o de papel, es puramente casual. ¿O no? NOTA: esconda usted esta revista; es subversiva”.
Se trata de la revista más importante que dirigió Castillo. Caja de resonancia de las principales polémicas sobre arte y política que atravesaron los años 60; espacio de difusión de la nueva literatura y crítica argentinas; ámbito de cruce de la cultura nacional con el arte y los debates internacionales, supo desplegar en todas sus facetas las líneas abiertas por El Grillo de Papel y anunciar, a su vez, las estrategias que permitieron la publicación de El Ornitorrinco en los peores años de la última dictadura militar.
Si bien se propuso sostener el predominio del arte por sobre la política –“No respondemos a otras directivas que no sean, equivocadas o no, la de nuestra conciencia y la del ÚNICO compromiso que aceptamos: el de escritores”–, los editoriales de Castillo posicionaron políticamente a la revista y fueron marcando sus tiempos. Su primer momento se cierra después del golpe de Estado a Frondizi de marzo de 1962: al número 6, que sale en abril, le sucede el número 13, que aparece en mayo; el cambio en la numeración buscaba sostener la continuidad con El Grillo de Papel , a la vez que anunciaba el retiro de Liberman de la dirección de la revista. Desde ese número 13, Abelardo Castillo asume la dirección y cambia su epígrafe: “Di tu palabra y rómpete. Nietzsche”, alude al silencio que siguió a la caída de Frondizi y la intervención a las provincias. Esa segunda etapa se cierra con el número 40 de octubre de 1969; el número 41, publicado en noviembre de 1970, da inicio al último round de la revista. Porque El Escarabajo de Oro vuelve, después de un año sin salir, para dar una pelea: la de proclamar que una revista literaria todavía era posible aun cuando la postura mayoritaria de los escritores sostenía que había que renunciar a la literatura para pasar a la acción: “Hace poco tiempo –escribía Liliana Heker en ese número– un amigo nuestro que hoy vive en París manifestó rotundamente que renunciaba a toda su obra literaria. ‘Narrar’, dijo en un diario, ‘ya no tiene sentido’. Tenía 22 años, había publicado un solo cuento en su vida (...) Hace pocos días, Ricardo Piglia declaró en una mesa redonda: ‘El cuento es un género reaccionario’. Toda la obra de Piglia, hasta hoy, es un libro de cuentos. Bien, ahora me pregunto yo: a qué vienen estos cuestionamientos a ‘la’ literatura desde la literatura. (...) Todo esto y lo que haga falta lo discutirá la revista a partir de este número. Somos escritores y aspiramos a una sociedad menos arbitraria que la que nos tocó vivir (...) Por todo esto, y contra todo aquello, volvemos a sacar El Escarabajo ”. Se inicia así su última etapa, bautizada por la propia revista como “su etapa polémica” porque incorporó varias controversias que atravesaban el campo cultural y político: desde la polémica de Ernesto Sabato y David Viñas, el cruce entre Sabato y el Che Guevara, o la discusión entre Marta Lynch y los directores de Nuevos Aires, hasta el caso Padilla, los vínculos entre la izquierda y el peronismo, o la lucha interna entre la izquierda y la derecha del peronismo.
“El ornitorrinco tiene dos enemigos: los gusanos y las ratas”
En una de las noches negras de la última dictadura militar, apareció el primer número deEl Ornitorrinco. Revista de literatura . Fue en noviembre de 1977 y figuraban como redactores: Abelardo Castillo, Daniel Freidemberg, Irene Gruss, Liliana Heker, Sylvia Iparraguirre, Berdo Jobson, Cristina Klein, Ana de Llosa, Laura Nicastro, Elia Parra, Cristina Piña, Julia Sancho, Enrique D. Zattara. En su nota de apertura, Castillo hacía referencia al nombre de la revista para vincularlo a sus dos anteriores publicaciones –“nuestro ornitorrinco, sus desiguales partes, dan quizá la impresión superficial de no estar muy bien pegadas, pero el Ente en sí, considerado como totalidad, tiene su pasado. No somos milenarios, pero tenemos historia. La más reciente serían las revistas literarias de los años 60”– y destacaba lo que parecía imposible: que 1977, con Pluma y Pincel , Puro Cuento , Diálogo , Posta Nº 2 , Escritura , Athenea , Contexto , Pájaro de Fuego ,Megafón , Literal , Expreso Imaginario , Aquario , indicaba “una resurrección de la literatura de revistas”: la resistencia cultural era posible.
“Este es el tiempo que nos tocó vivir, ésta es la tierra que asumimos y es acá donde tenemos, nosotros, que hacer nuestra historia. Y la historia de todos los pueblos demuestra que el arte no espera una situación favorable: aparece como sea y contribuye a crearla” decía la revista en febrero de 1979; “Este es nuestro país, tanto como el de cualquier otro argentino, ésta es la única Historia que vamos a vivir. Hemos elegido vivirla desde adentro, no desde París o Roma”. Este es, quizá, el aspecto más sobresaliente y más conocido, de la historia de El Ornitorrinco , porque allí donde tuvo lugar la muy citada polémica entre Cortázar y Heker sobre la resistencia cultural, el exilio, los vínculos entre los que se quedaron y los que se fueron. Pese a la censura y el control, en noviembre de 1978, El Ornitorrinco sentó su posición contraria a la guerra con Chile, y en febrero de 1981 reprodujo las dos solicitadas de Madres de Plaza de Mayo publicadas en algunos diarios en agosto y diciembre de 1980, en las que se pedían las listas de los desaparecidos y la información sobre su paradero. Fue la única revista cultural que, en ese momento, se animó a tanto.

Sylvia Saítta es investigadora del Conicet, docente de la UBA especializada en literatura argentina.