jueves, 28 de agosto de 2014

SALONES DONDE SE SOÑABA EL FUTURO

Entre 1860 y 1930 librerías, cafés, ateneos fueron espacios donde transitaban ideas y daban vida al semillero intelectual del país recién nacido. La joven historiadora Paula Bruno compiló una serie de artículos de investigadores que ordenan estos tránsitos.

por Hector Pavón
El fin del siglo XIX asomaba con más preguntas que propuestas acerca de la identidad de un país que venía de superar los dilemas rosistas. Quienes integraban algo así como la esfera intelectual se preguntaban acerca del carácter, la necesidad y las formas de una “cultura nacional”. Algo que los distinguiera de las herencias europeas, la influencia estadounidense y los intentos similares en los territorios vecinos. Hay inquietudes, se tejen formas de intercambio muy particulares y un grupo de personajes con distintos grados de inquietud y formación circulan por los empedrados de Buenos Aires en busca de definiciones. Círculos, salones, ligas, partidos políticos, sociedades, academias son los ámbitos donde se desarrollaban las Sociabilidades y vida cultural Buenos Aires, 1860-1930 , tal el título que reúne una serie de artículos de investigadores que ordenan estos tránsitos y que compiló la joven historiadora Paula Bruno (Universidad Nacional de Quilmes Editorial).
–A partir de 1860 comienza a buscarse la identidad de la joven Argentina. ¿Qué pasaba entonces?–Después de la experiencia rosista, cuando Buenos Aires y la Confederación se unen, hay una especie de gran incógnita sobre qué va a pasar con el país, los destinos políticos, etc.; hay preguntas sobre la sociedad, se empieza a pensar la inmigración como solución a la falta de población y aparece la pregunta sobre qué debería ser la cultura nacional. Para 1862 cuando Mitre asume la presidencia se empieza a percibir un clima de estabilidad, surgen preguntas sobre la conformación de lo que iba a llamarse cultura nacional: empieza el debate sobre qué es el idioma de los argentinos, la organización de la vida social. Se detecta que la vida cultural es muy frágil. Por ejemplo, la biblioteca de Mitre tiene más ejemplares o está más actualizada que la biblioteca de Buenos Aires. Mitre se convierte en gran prestador de libros. Los vínculos personales sustituyen a los institucionales.
–¿Y quiénes son los protagonistas de esta sociabilidad?–Hay personalidades que articulan la vida cultural, sobre todo la generación del 37. Había una autopercepción de que estaba todo por hacerse y eso generaba muchísimo optimismo. Todo era posible, como una cultura de la arcilla: se podía moldear de una manera u otra. El rosismo había dejado cierto desgarramiento social, tensiones entre rosistas y antirrosistas, exiliados y los que se habían quedado, los que habían sufrido la persecución y otros que no, que no eran rosistas pero se habían quedado en Buenos Aires. Hay una intención de recomposición de los lazos sociales, surge un entramado bien interesante donde se plantea la conciliación de intereses políticos en el ámbito de la cultura que en otro lugar no se puede lograr. Me interesó pensar cuáles son los circuitos donde los libros se discuten, se publican, llegan cosas de afuera y circulan, la gente habla sobre las novedades de otras latitudes. Allí empezó esta exploración de estos círculos, asociaciones, etc. Los protagonistas son políticos, letrados, científicos, literatos, profesores, periodistas.
–¿Ellos son claros representantes de una elite?–No. No todo el mundo viene del mismo lugar social, hay familias que se exiliaron durante el rosismo que perdieron todo el patrimonio. Hay hijos que vuelven del exilio como Miguel Cané, Eduardo Wilde, que no tienen patrimonio pero sus padres fueron figuras en décadas anteriores. También tenés a José Manuel Estrada, bisnieto del virrey Liniers, una familia muy estable y con muchísimo patrimonio. Desde las coordenadas socioeconómicas no se puede definir una elite compacta. Desde las coordinadas culturales se podría decir que está en gestación cierta elite, se empiezan a reconocer algunos personajes que se convirtieron en figuras importantes de la cultura ya para la época del Centenario. Pero si hay que hablar de una elite cultural está en formación y conformada por gente muy diferente, hijos de exiliados, extranjeros. Anteriormente se había convocado a gente como el alemán Herman Burmeister que a partir de 1862 dirigió el Museo Argentino de Ciencias Naturales, otros expertos, científicos, o el mismo Paul Groussac. Ellos convivían con los hijos de exiliados que estaban volviendo y no tenían un lugar muy claro en esta vida cultural y que quizá eran correctores de prueba de los periódicos...
–¿Y fuera de Buenos Aires, qué ocurría en la Argentina?–Hay focos muy activos a nivel cultural como Córdoba. Si pensamos en procesos como la reforma universitaria de 1918, ahí vemos que había en décadas anteriores una vida cultural muy activa. Ahora se ve cómo eran las relaciones entre una elite más conservadora, más tradicional como las familias típicas cordobesas y los jóvenes un poco más aggiornados y que no estaban de acuerdo con esa cultura tradicional. En Tucumán hay sociabilidades asociadas muchas veces a los periódicos. Las redacciones importantes de los periódicos de provincia funcionan como espacio de sociabilidad cultural. Llegan los libros, las noticias, mucha gente que se junta para conocer y discutir las novedades. En el colegio de Concepción del Uruguay estudiaron muchas figuras políticas importantes del 80. Se lo reconoce como un polo intelectual. La generación de Roca tiene figuras con peso vinculadas por lazos culturales, sociales y políticos. Pero Buenos Aires es el lugar donde entran las novedades, sigue funcionando como un lugar donde llegan las cosas.y de ahí se diseminan hacia el resto de los lugares. Tal como el mapa del ferrocarril.
–Hablás de la historia de la conversación. ¿Qué características tiene en este período, cuál es el papel?–Cuando uno lee las actas de estos círculos o la transcripción de discusiones hay algo que se puede percibir sobre qué palabras se usaban, por ejemplo. En las cámaras de senadores, diputados hay como un registro de conversaciones que muy indirectamente se puede captar donde uno ve que hay ciertas palabras, formas de definir al adversario que van por un registro de la oratoria, sin embargo son muy interesantes las actas o crónicas de estos círculos. Hay otro nivel de conversación que tiene que ver con generar lazos sociales, una intención desde la palabra de generar un ámbito cultural armonioso. Hay una idea de “basta de guerra”, hay una búsqueda de conciliación de intereses, pero no como la utopía de la cultura letrada donde todos somos iguales sino algo que desde ahí salgan vínculos que se puedan replicar en otros lugares. A eso se llama la cultura de la conversación: cómo se genera una trama social sin mandato de una ideología sobre otra.
–¿La idea de crear clubes, asociaciones, círculos es una tradición europea aquí reproducida?–En Europa se ven tipos de sociabilidad cultural del Antiguo Régimen, el salón aristocrático que tenía pautas de funcionamiento. Después de la Revolución Francesa, cuando la aristocracia decae, asciende la burguesía y comienzan a funcionar sus círculos. Entonces se asocia mucho como un actor social con una práctica cultural. La vida virreinal no era muy consolidada, no había tertulias con tradición española. Desde muy temprano, Buenos Aires tenía una sociabilidad mezclada, nunca hubo salones aristocráticos. En México o Perú uno encuentra un modelo traducido de los salones europeos pero acá no terminaron de cristalizarse. Estas asociaciones convivían con las logias, tertulias, siempre hubo superposición en la vida sociocultural y los modelos en los que esta gente se nutría. En realidad también son mixtos, tratan de recuperar alguna experiencia local como la de Marcos Sastre y la generación del 37 con el salón de lectura. Pasa algo interesante con una librería frente al Colegio Nacional. La gente iba a ver las novedades a la librería de Paul Morta, que hoy es la del Colegio. La librería siempre fue un lugar de sociabilidad intelectual. Ante la carencia de otros espacios más formales, estos sitios empezaron a pesar en el imaginario como posibilidades, no son modelos europeos que se traducen. No hay un único norte, hay mucha creatividad a nivel cultural.
–Decís: “El club literario se propone dejar la política de lado...” ¿Fue así?–Lo que sabemos es lo que ellos cuentan, el círculo literario parece lograrlo. Es un momento donde hay más voluntad de dejar la política de lado, es de 1864 y entonces la tensión entre rosistas y antirrosistas, y otros, está en carne viva. Está esa idea de no usar ese espacio para la discusion política, que no se la use para impedir el avance de la cultura, que los odios del pasado no operen sobre la discusión de la cultura argentina. Seguramente muchos lo discutían fuera de allí.
–¿En estos círculos se piensa en el futuro? ¿Hay un modelo político, un plan a seguir?–De alguna manera hay una conciencia de la necesidad de construir tradiciones. Había una sensación de vacío, se veía y se trataba de sopesar una cultura muy personalista. Eso no parecía muy interesante para legar al futuro. Sí, hay grandes figuras, los padres fundadores Alberdi, Sarmiento, Mitre, pero ¿cómo se articula eso con la posibilidad de transmitir saberes, armar tradiciones? La Academia de Ciencias y Letras tuvo la iniciativa de armar un diccionario de argentinismos: hacen un relevamiento, algunos viajeros registran vocablos usados en el interior para armar un corpus de palabras que de algún modo traduzcan qué es la Argentina. Ahí aparecen necesidades que no son pedidos del Estado, hay voluntad de esta gente que tiene una idea de futuro, de generar un saber que quede, que se pueda transmitir. Muchas de las personas que estaban en estos círculos tenían responsabilidad porque escribían los primeros manuales para escuelas. En esas mismas discusiones de círculos se preguntaban: ¿cómo se enseña historia en las escuelas? Hay preocupaciones serias sobre el futuro y sobre cómo se forja una cultura nacional, están comprometidos. No son círculos de ocio que se juntan a hablar de literatura y jugar al ajedrez, son espacios activos que piensan cómo generar una vida cultural rica.
–Una curiosidad que aparece en el libro, ¿qué lugar ocupan las sociedades espiritistas en este circuito?–En su artículo, Soledad Quereilhac sostiene que los espiritistas muestran un fenómeno diferente. Mientras el círculo literario, la academia de ciencias y letras, tienen un registro más de creatividad de la cultura nacional y de bregar sobre cómo conformarla, hay otros círculos o espacios de sociabilidad que entran en un circuito más internacionalizado. El espiritismo o la teosofía son registros que atraviesan Occidente y que llegan acriolladas. Es interesante que las mismas figuras circulaban por muchos lugares diferentes, van al ateneo, los clubes y algunos circulan por los círculos espiritistas. Las mismas personas conviven con gente muy diferente. Esos saberes que uno prejuiciosamente pondría en la vereda opuesta de la cultura científica o que ubicaría en el lugar del misticismo en realidad conviven con estas prácticas. Pero quienes parecen estar en el registro espiritista tratan de buscar una explicación racional, científica al problema. Forman parte de ese clima, esos saberes que se van repensando para las necesidades locales.
–¿Y que se dirime en escenarios políticos como los que disputan los socialistas y los anarquistas?–Martín Albornoz sostiene en su texto que la necesidad de generar lazos sociales va más allá de las diferencias. Hay dos registros interesantes, los socialistas tienen una práctica oratoria, un comportamiento que se parece más a las pautas parlamentarias; y los anarquistas con una cosa más pasional de discusión, conversación. Son discusiones dispares porque entre los socialistas hay más figuras intelectuales como Juan B. Justo, Nicolás Repetto; en la cultura anarquista las figuras intelectuales son más difusas. Pero se dan al diálogo, posibilitan el diálogo con los otros. La discusión política puede circular por el parlamento, la prensa pero tiene que seguir habiendo espacios donde haya niveles de diálogo y eso tiene que ver con un aprendizaje surgido de las guerras del siglo XIX. Se necesita superar esa tensión constitutiva. Queda por varias generaciones la necesidad de establecer una trama social que no esté todo el tiempo atravesada por el conflicto político.

viernes, 8 de agosto de 2014

Escritores unidos jamas seran vencidos...

Bodegas. Amazon dispone de medio centenar de depósitos en todo el mundo desde donde distribuye esa mercancía llamada libro.

Escritores unidos contra Amazon

Libros. Autores de todo el mundo se unen para frenar el avance de la librería virtual.

Casi 900 autores de todo el mundo han firmado una carta protestando contra las tácticas de Amazon en sus agresivas negociaciones comerciales con la casa editorial Hachette, la cuarta más grande de los Estados Unidos. La lista incluye best-séllers y autores de prestigio y reconocimiento mundial como Paul Auster, Donna Tartt, John Grisham y Stephen King. El autor de thrillers tecnológicos, Douglas Preston, ha sido el creador de esta iniciativa.
A través de The Authors Guild, una organización estadounidense fundada en 1912 que milita por los derechos de autor, se publicó la carta que declara que –en el último mes– Amazon a) boicotea autores de Hachette; b) rehúsa aplicar descuentos a los títulos de Hachette; c) demora la entrega de títulos de Hachette por semanas.
La carta dice lo siguiente: “Como escritores, sentimos fuertemente que ningún vendedor debería bloquear la venta de libros o disuadir a clientes de comprar los títulos que desean. No es justo que Amazon, como parte de sus represalias, perjudique a un grupo de autores que no tienen parte en la disputa.” En su pulseada con Hachette, Amazon retruca que no hay motivos para que un libro electrónico cueste más de diez dólares. Lo justifica argumentando que un e-book no se imprime, no tiene gastos de distribución ni de depósito ni se corre el riesgo de hacer libros de más: una vez pagados los costos de edición, todo es ganancia. Para Douglas Preston: “Por mucho tiempo, Amazon ha estado abusando de su poder de una forma prepotente y creo que los autores están hartos. Nos sentimos traicionados porque ayudamos a Amazon a convertirse en una de las corporaciones más grandes del mundo. Lo apoyamos desde el comienzo, contribuimos con blogs gratis, reseñas no pagadas y todo tipo de tareas que Amazon nos pidió hacer sin recompensa.” Acerca de la protesta de los autores dijo: “Nunca en mi vida he visto a autores unirse como lo están haciendo en este caso.” Philip Jones, editor de Bookseller –una de las publicaciones más importantes sobre la industria editorial en los Estados Unidos– declaró: “Todo el mundo piensa que esta negociación va ser crucial para lo que viene. No sabremos cuáles sean los términos que se firmen cuándo eventualmente se pongan de acuerdo, pero eso será una línea dibujada en la arena con la cual todos tendremos que vivir.” Jones agregó: “Amazon es tan grande y tan dominante que esto tendrá un efecto global. Especialmente en el mercado de los libros electrónicos, en el cual si no estás siendo vendido o activamente promocionado por Amazon, estás muerto.” Ya ha habido disputas parecidas pero esta es la primera vez que se ha despertado la ira colectiva de los escritores. “Ser señalado como una empresa que es irrespetuosa hacia los autores no es nada bueno para Amazon.” dijo Jones.
Amazon ha intentado ganar terreno en la disputa ofreciendo darle el ciento por ciento de las regalías a los autores de Hachette mientras que dure la disputa, pero el sello editorial rechazó esta oferta.
Por su lado, Amazon dice que está luchando para ofrecer mejores precios a sus clientes. En una reciente entrevista con el Wall Street Journal, Russ Grandinetti, el vice presidente de contenidos de Kindle –el dispositivo de lectura electrónica de Amazon– afirmó: “Esta discusión es sobre los precios de los e-books. Los términos bajo los cuales establezcamos acuerdos comerciales determinarán el nivel de los precios que podremos ofrecer a nuestros clientes.” Nadie estima que la disputa Amazon-Hachette se resolverá pronto. Por su lado, Preston ha prometido seguir luchando por los derechos de autores.