domingo, 21 de diciembre de 2014

Entrevista. Ezequiel Fanego. Editor



“Un buen catálogo es la mejor decisión comercial”

 

 por Julieta Mortati

Si hay una editorial que pegó un salto inmenso este año fue Caja Negra, fundada y dirigida por Ezequiel Fanego y Diego Esteras, elegida como la “editorial del año” en la Feria del Libro de Buenos Aires. Por cierto, estos jóvenes editores que armaron su catálogo –literalmente– golpeando las puertas de sus autores, fueron invitados a Frankfurt (donde todas las editoriales del mundo definen los títulos del año próximo), y a Guadalajara (allí “trabajaron” sus libros junto a Los 7 logos, una unión editorial conformada por siete pequeñas editoriales). En cuanto al catálogo más reciente, lanzaron una colección titulada “Futuros próximos” en la que van a publicar ensayos de crítica cultural que ayuden a entender “las transformaciones del mundo que nos rodea”.  Ezequiel Fanego recibió a Miradas al Sur en su oficina de Caballito, donde también funciona la distribuidora propia, Comacuatro, y desde la que trabajan para ampliar su área de mercado a México y España.

–¿Qué aprendieron en Frankfurt?
–Fue impresionante. Me di cuenta de que habíamos editado desconociendo el mercado de derechos editoriales. Frankfurt es una vidriera de oferta y demanda, como la bolsa de valores: hay gente corriendo y negociando y me di cuenta de que mucho de lo que se edita en español tiene que ver con lo que se ofrece ahí. Y nosotros por desconocer esa lógica siempre fuimos a buscar los libros por fuera de lo que está circulando allí.
–¿Cómo resultó su experiencia en Guadalajara?
–Era la primera vez que íbamos a México, con el objetivo de trabajar en la distribución y difusión de nuestros libros. Allá la cultura tiene un espacio bastante importante, pero es un tipo de cultura muy promovida por el Estado y me pareció que salvo contadas librerías, hay un modo más clásico de acceder a los libros. Me parece que lo nuevo ocurre en espacios muy cerrados y sin mucha comunicación con el resto. Pero también vimos que si bien España tiene ganada la predominancia por sus años en el mercado, nosotros somos la segunda opción. Muchos agentes están buscando nuevas editoriales, ampliando las fronteras.
– ¿Considera que las editoriales independientes tienen la capacidad de crear una nueva comunidad de lectores?
– No sé si una editorial tiene la capacidad de construir lectores. Sí creo que las inquietudes están ahí y la tarea del editor es entrar en sintonía con lo que ya está circulando. Las editoriales más grandes, por una lógica intrínseca de exigencia de su tamaño, tienen menos capacidad de mutar al compás de las necesidades de los lectores. Nosotros tenemos mayor capacidad de arriesgarnos y reinventar criterios. Yo creo que los lectores están ahí, no son de las grandes ni nuestros. Uno nunca tiene ganado nada, sino que es un contrato que se renueva en cada libro y con el tiempo se puede lograr un vínculo. Un estilo de hacer las cosas, ciertos niveles de credibilidad y expectativas, no aseguran lectores pero le otorga cierta visibilidad a lo que se hace.

– ¿Cómo promocionan sus ediciones?
– Armamos ciclos de cine, invitamos a los autores de afuera. Cuando presentamos el libro Generación Hip - Hop de Jeff Chang, hicimos una clínica de producción con una máquina de ritmos de hip hop. Consideramos que nuestra tarea no se termina con el libro, sino que también consiste en encontrar los canales para que el libro llegue a más lectores y multiplicar las experiencias en otros ámbitos. No se trata de una lectura en soledad, sino que se genere algo en el intercambio de lo que los otros tienen para decir.
–¿Cómo fueron pensando la línea del catálogo?
–Personalmente creo que tiene que existir esa voluntad de compartir, sacar los libros que nos gustan te hace sentir menos solo con tus intereses. Cuando empezamos sentíamos que no iba a haber muchos interesados, pero en el momento en que encontrás que se puede generar una energía entre los lectores, te das cuenta de que tus intereses se pueden conectar con los de muchas personas. Entonces el origen de armar una editorial fue pensar en encontrar una plataforma para que dialoguen intereses erráticos, tejiendo hipervínculos. La editorial fue una plataforma para escenificar ese tipo de conexiones entre un autor y un texto, sacarlo del contexto original y ponerlo a funcionar en el contexto del catálogo de la editorial.

–¿Cómo definen su catálogo?
–Es el reflejo de nuestra lectura y tenemos una tendencia hacia lo ensayístico, un pensamiento no académico y nos interesaron los géneros ninguneados por el cánon más tradicional del saber. Asumir que Michael Jackson puede ser un problema de nuestra culura.
–¿Cree que las editoriales chicas crecen por el lugar que van dejando las grandes?
–No sé si es que las grandes dejaron un espacio, sino que las chicas demostraron de maneras distintas de que se puede tener una pequeña empresa autogestionada sin ser suicida comercialmente. Pueden durar poco tiempo y publicar por amor al riesgo, pero se fue probando que nuestras editoriales tienen un catálogo que tienen la capacidad de comunicarse con los lectores y fue convenciendo a los lectores, libreros, periodistas, los actores principales del mercado editorial, quienes nos dieron un espacio.Y nosotros fuimos tomando conciencia de que cada espacio ganado por una de nosotros, es un espacio ganado para una colectividad de editoriales de catálogo independiente. Entonces, sí es posible tener una editorial que cree en lo que está haciendo, tiene un objetivo y sabe cuál es su aporte y diálogo con la cultura y aún así tener una conciencia de lo que puede ser sostenible comercialmente y lograrlo. Esa contradicción entre lo comercial y cultural es medio ficticia. Tener un buen catálogo es la mejor decisión comercial que se puede tomar.

Auge de las pequeñas editoriales

 

El fenómeno independiente

Con fuerte presencia este año en París, Frankfurt y Guadalajara, y un sostenido crecimiento en el mercado local, los pequeños emprendimientos editoriales argentinos ganan espacios de visibilidad, difusión y comercialización.

 El fenómeno independiente


Es difícil que el tiempo se vuelva un aliado. Sin embargo, en algunos ámbitos, puede ser todo. Como por ejemplo sucede en el campo editorial: cuántos más años, más experiencias, más libros, más posibilidades de crecer. Hoy, en Argentina se está dando un panorama particular en el mundo de la edición independiente. Crece a puro pulmón y trabajo de hormiga con pocos incentivos de capital, lo que no impide que allí surjan nuevos emprendimientos, se acerquen nuevos lectores y los libreros estén cada vez más interesados en exhibirlos y venderlos. Si bien todavía la producción resulta ser a pequeña escala y el costo es la fuerza de trabajo a cambio de muy poco margen de ganancia, Argentina está viviendo un momento de tendiente profesionalización editorial. Si por el mundo del libro pasa algo nuevo, es en el llamado “circuito” de editoriales de pequeña y mediana envergaduras.
Así como en el actual panorama del llamado “rock”, las bandas no necesitan recurrir a un contrato discográfico de una multinacional para sacar un disco, en la industria editorial, los cambios en los medios de producción –como por ejemplo sucedió con la posibilidad de poder imprimir en digital, que habilita se puedan hacer tiradas más cortas– implica que el capital inicial al lanzar una editorial sea de rápida recuperación. El bajo costo de inversión es lo que diferencia a este circuito de los grandes conglomerados editoriales que responden a otra lógica de producción. Esto bien lo explica Mariano Blatt, poeta y editor de Blatt&Ríos, fundada en 2010 junto al poeta Damián Ríos, desde la que privilegian por sobre todo la producción de literatura local. “Las grandes editoriales vienen descuidando el valor literario de su catálogo hace tiempo. Cuando empezaron a agruparse en multinacionales desde los ’90, les dejaron de interesar los libros literarios porque son empresas gigantes de inversionistas con objetivos económicos que un libro literario no puede cumplir. Hasta hace un tiempo necesitaban de la literatura para mantener cierta categoría de la marca, pero últimamente han perdido el interés de los autores porque casi todos se dan cuenta de que una grande no es mejor que una chica o incluso es peor porque no se venden más y no le dedican el tiempo necesario porque sacan una cantidad de libros que si a los dos meses no cumplieron con las expectativas, los sacan de librerías.” Pero también esto tiene que ver con el tipo de literatura que se produce. Se extiende Blatt: “En el mercado anglosajón existe algo que es la literatura comercial. Ellos diferencian entre libros de literatura y literatura comercial. Acá hay poca producción comercial y no hay muchos autores de best sellers argentinos. Creo que esto es porque no hay una tradición de escritura comercial que sí hay en la cultura sajona con las escuelas y programas de las universidades de escritura creativa. No existen los autores que las editoriales grandes necesitan.” En esto coincide Goyeneche de Nulú Bonsai, que en seis años lleva publicados más de cincuenta títulos en un catálogo que pretende publicar “autores que quieren hacer una carrera más allá de que sean jóvenes e inéditos, autores conocidos o difíciles de conseguir, autores a los que el mercado les dio la espalda, autores de culto y nuevos de otros países que no están siendo traducidos”, según define. “Yo creo que en España también están surgiendo editoriales independientes copadas, pero la posta pasa en el sentido del lector. El lector se empezó a dar cuenta de que el contenido de los grandes grupos se estacionó y hay un montón de autores que están creciendo por otros lados”.

Maximiliano Papandrea, cofundador de Páprika, una de las últimas editoriales que se sumaron al circuito y a quienes les interesa armar un “catálogo ecléctico formado por la literatura contemporánea argentina, los nuevos escritores que afuera son conocidos y no son traducidos acá y autores inéditos”, hace un análisis de la situación que incluye a los libreros. “Es un muy buen momento de la edición en todas partes. Lo más interesante pasa por las editoriales independientes. Esto se da un poco por la concentración de los grupos que fueron dejando espacios que los editores independientes empezaron a cubrir y es un fenómento cultural amplio en todas las disciplinas, se ve en la música, el arte. Se están volviendo más accesibles los medios de producción y eso hace que existan editoriales de características y escalas muy distintas. Y en el caso particular de Argentina, hay una muy buena red de librerías literarias. En Buenos Aires, por sobre todo, pero también en Córdoba y Rosario. Eso diferencia a Argentina de otros países de América latina. En Brasil, Chile, México, casi no hay librerías chicas y medianas y todos los libros caen en cadenas y eso es complicado. En Argentina hay una tradición fenomenal de libreros que en algún momento ponen una librería no tradicional y eso hace que nosotros como editores independientes tengamos un canal muy rápido y receptivo para lo que hacemos. El fenómeno independiente excede lo editorial y atraviesa todo.”
Una de las cosas que se vieron este año en la feria de libros más grande en habla hispana, la Feria de Guadalajara –en la que Argentina fue invitada de honor–, es que los agentes y editores están mirando un poco más a América latina, y no sólo por sus escritores. Con su crisis, España se corrió y deja un lugar. Pero también pasa otra cosa, según Blatt: “Más allá de que España tiene una crisis muy grande, pasa que los autores internacionales están percibiendo que si eras un autor bueno de Francia, ibas a España y les vendías la traducción para todo habla hispana. Esos libros no llegaban a Latinoamérica, entonces los autores prefirieron vender derechos locales porque se aseguran la distribución.
También se dio otro fenómeno interesante. Mientras las revistas independientes cierran o pasan a salir en formato digital, las editoriales crecen. “Yo creo que la lectura en internet reemplaza mejor la lectura de revistas que de libros, entonces no necesariamente sufrimos el proceso. Las editoriales existen porque se siguen vendiendo libros y la estructura de costos es menor que la de una revista, que está más atada a la publicidad. Si el proyecto no se abandona, sólo puede crecer”, dice Blatt.
Modelos de producción. Blatt & Ríos llevan más de treinta libros publicados y para 2015 inaugurarán el Club del Libro, en el que por una cuota mensual, se recibirán las novedades. Es un modelo de negocios que permite la subsistencia, según Blatt: “No tenemos pérdida porque se extendió la impresión por demanda y pudimos bajar la tirada de los títulos. Ahora podés imprimir lo que vas a vender”. Páprika es un buen ejemplo al respecto:  “Nos caracterizamos por el eclecticismo y la falta de prejuicio y la cintura para aprovechar lo mejor posible las opciones que tiene un editor. Si necesitáramos una tirada menor porque el libro lo pide, lo podríamos hacer. Pero en el caso de estos libros pensamos que podrían tener muchos lectores y la apuesta editorial la pensamos a largo plazo.” En lo que sí “ahorran” es en los costos de la fuerza de trabajo, dice Papandrea: “Cada uno de nosotros tres, por su experiencia, tiene ciertos grados de especialización y nos complementamos muy bien. Salvo las tapas y la imprenta, lo otro lo hacemos todo nosotros. Así tenemos un grado de autosuficiencia importante a la hora de costear los libros, a pesar de que requiera trabajar de noche”. Aún no abrieron su sitio web, pero se promocionan a través de las redes sociales. Otra variable a tener en cuenta en este buen estado de salud.  “El desafío está en que nos conozcan. Me parece que hay que ir a buscar a los lectores de las grandes editoriales. Creo que todas las editoriales independientes estamos sumando para construir una comunidad de lectores. Me parece que para este tipo de editoriales no podés guiarte sólo por lo que te gusta y en general lo que hacen los editores independientes es renovar el panorama, abarcar todas las poéticas. Los lectores no están casados con ninguna editorial y están a la búsqueda de un libro que les cambie la vida”, dice Papandrea.

Por su parte, Nulú Bonsai tiene una manera un poco más “controlable” de producción. Pero no por eso menos exitosa: “Tenemos una estructura de tiradas cortas con intención de que vaya creciendo hasta alcanzar una tirada básica. No trabajamos con distribuidora por el nivel de la tirada, sino que hacemos más un trabajo de hormiga. Estamos en proceso de construcción del fondo editorial, que se va armando de una forma más heterogénea y azarosa. Se trata de una estructura comercial con poco margen, pensada para que no se muera el capital sino que se pueda reinvertir. Ahorramos en la parte más cruel, que es la de los sueldos y la ganancia. Aunque tampoco somos organizaciones sin fines de lucro”,  cuenta Goyeneche.
¿Pero de dónde salen las ganas de poner una editorial? Dice Papandrea: “Nos consideramos editores profesionales y vocacionales y disfrutamos de todo lo que implica la edición. Pero antes que nada somos lectores y hay ciertos libros en donde las ganas de que otros los lean son fuertísimas. Para el editor la lectura va de la mano con compartir, así lo siento yo. Los libros que publicamos nos parecen valioso para nosotros y para los demás. Cuando uno publica un libro, entrás en diálogo con el resto de los libros, de los lectores, es tu modo de intervenir en la cultura, aunque suene grandilocuente”.

Regalos de Navidad
Si todavía no están decididos y comprados los regalos de Navidad, acercarse este domingo a la segunda edición de La liga del Bien es una muy buena opción. Se trata de una feria con la presencia confirmada de más de 15 editoriales independientes, que se puede visitar desde las 18 hs. hasta entrada la madrugada en la terraza del Club de Arte (Av. Corrientes 3439, Abasto). Habrá descuentos, presentaciones de libros, charlas, lecturas, música en vivo, exposiciones y tragos frescos para celebrar el día más largo del año en esta parte del mundo. Si se prefiere ir por la mañana, la Papelera Palermo (Cabrera 5227) abre su jardín de 11 a 20 hs. en la que se podrán ver más propuestas. Consejo: conviene no perder la oportunidad de ver las variadas y buenas novedades publicadas este año porque también, si se es un poco pícaro y con buena percepción por estas cosas, quizá haya posibilidad de enterarse lo que vendrá. Algo que sirve en estos casos.

Tres casos testigo
Blatt & Ríos 
Fue fundada en 2010 por Mariano Blatt y Damián Ríos. Empezaron con cuatro títulos por año y en 2015 planean sacar, como mínimo, un libro por mes. blatt-rios.tumblr.com.
Paprika
Lanzó su primer libro en septiembre. Es un emprendimiento de tres editores, Maximiliano Paparella, Andrés Beláustegui y Claudia Arce, con tiradas de 1300 ejemplares. facebook.com/editorial.paprika
Nulu bonsai
Fue fundada en 2006 por los poetas Sebastian Goyeneche y Grau Hertt y llevan 58 títulos publicados, en dos colecciones: La Jauría (narrativa) y Ojo bala (poesía). nulubonsai.com.ar

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Revistas que son leyenda

Memoria. La Biblioteca Nacional acaba de lanzar ediciones facsimilares de tres publicaciones que marcaron los años 40 y 50, un tiempo cruzado por un gran fervor intelectual y polémicas acerca del modo de entender la poesía.




por Diego Erlan
Sólo fueron quinientos ejemplares, cada temporada, desde la primavera de 1950. Eso bastó para que la revista Poesía Buenos Aires se convirtiera en leyenda. La edición facsimilar de los treinta números que abarca su colección hasta la primavera de 1960, que por estos días presentó la Biblioteca Nacional, hace evidente su trascendencia. Sus páginas fueron el territorio donde se libró una batalla estética decisiva contra la generación neo romántica del cuarenta, como entiende el poeta Jorge Fondebrider, logrando instaurar definitivamente los modos de la vanguardia en la Argentina.
Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley, Mario Trejo, Jorge Enrique Móbili y un homenaje a Guillaume Apollinaire fueron los protagonistas del primer número al que se sumaron, en posteriores entregas, traducciones de René Char, Cesare Pavese, E. E. Cummings, Paul Eluard, Tristan Tzara, Dylan Thomas, Wallace Stevens, Emily Dickinson y Fernando Pessoa, entre muchos otros, mientras se publicaban pilares del avant-gardelatinoamericano como Vicente Huidobro y César Vallejo y se descubrían autores como Juan L. Ortiz o Leónidas Lamborghini. Daniel Frei-demberg, en el prólogo al libro La poesía del cincuent a (1981), explica que la revista reivindicó la autonomía de la experiencia poética, liberándola de la subordinación a cualquier otro fin (moral, político, religioso, didáctico), pero también rechazando la concepción romántica del poema como mera expresión del autor. Freidemberg señala que en estos años los poetas nunca estuvieron tan solos y aislados del público pero tampoco nunca fueron tan conscientes de que esa soledad debía ser asumida como punto de partida de una poética integral.
Rodolfo Alonso recuerda haberse encontrado con el número cinco de aquella revista de formato tabloide en un estante de la librería Viau ubicada en la calle Florida. “Poesía para respirar”, decía la portada. “Fue una seducción”, dice ahora y explica: “En esa época escribir poesía totalmente en minúsculas, sin signos de puntuación, sin ninguna referencia a lo que llamamos realidad o sentimentalismo, era algo completamente subversivo. Algo chocante, insólito, incluso hasta agresivo para mucha gente”. Alonso, que tenía diecisiete años y solía recorrer las librerías de Avenida de Mayo en busca de lecturas, entendió que ese encuentro fue un llamado. A pesar de su timidez tuvo el coraje de escribir una carta de lectores a la redacción (Vallejos 2386) y mentir que formaba parte de un grupo de jóvenes que se dedicaba a la poesía. Al poco tiempo recibió como respuesta la invitación a una reunión de la revista en el Palacio do Café de la avenida Corrientes. Era 1951.
La Argentina de entonces, como observó Ignacio Zuleta en 1985, estaba inmersa en tres sistemas culturales. Uno sería el de la cultura nacionalista en sentido genérico, prolongación de la obra de la Generación del 40, sobre todo en la poesía, dedicada a elaborar formas tradicionales, como el soneto, y alusiva a temas típicos de la Argentina, incluyendo la exaltación del régimen gobernante y sus protagonistas. “Se trata de buscar un gesto voluntarista de rastrear en la ficción del pasado hispánico, en unos temas considerados populares y en una retórica basada en el sencillismo antihermético, las formas de expresión de aquello que se consideraba propio y típico de la Argentina y de toda la fraseología del peronismo gobernante”. El segundo sistema venía de una cultura europeísta y universalista; descansaba en el prestigio de figuras como Borges, Eduardo Mallea, Victoria Ocampo y sus seguidores, arrinconados progresivamente por el régimen a medida que eran desposeídos de sus tribunas. Este sistema tendría otra articulación en la última etapa del peronismo: la del grupo Contorno, liderado por los hermanos Ismael y David Viñas. Por último podría atisbarse un tercer sistema, sin vínculos con el poder ni tampoco comprometido con la oposición. Su labor fue escasamente espectacular en ese momento y, como analizó Freidemberg, denunciaban el uso de la obra de arte como instrumento ideológico, tanto si lo usaba el régimen como la oposición. En este tercer sistema se inserta lo que algunos etiquetaron como el movimiento Poesía Buenos Aires.
Alonso llegó solo al primer piso del Palacio do Café. Estaban Aguirre, Nicolás Espiro, Wolf Roitman y Daniel Saidón. Le preguntaron si escribía y a pesar de su timidez patológica dejó en la mesa unos papeles arrugados que había llevado en el bolsillo. Leyeron sus poemas con vehemencia y entusiasmo, como si delante de ellos no estuviera su autor, y le dijeron que estaban bien, pero que había ciertas palabras demasiado usuales, por ejemplo “rosa”. No tuvieron concesiones. En aquel gesto de reconocerlo y criticarlo como a un par, Alonso se convirtió en el integrante más joven de un grupo de jóvenes que nunca creyeron que su proyecto podría cumplir ni siquiera un año.
Alonso nunca estuvo en las reuniones de sumario, aunque sospecha que éstas no existían. “En las mesas del Palacio do Café compartíamos lo que escribíamos, lo que traducíamos y después todo lo armaba Aguirre”, dice Alonso. Sin Aguirre la revista no hubiese existido y por eso Móbile tenía una frase: “Aguirre es el encargado de llevar nuestros sueños a la imprenta”. Alonso entiende que Poesía Buenos Aires no era una cosa organizada sino orgánica. “Más que un movimiento literario tradicional era una experiencia de vida y de lenguaje. Y las cosas surgían un poco del azar y de tener un trato afectivo, amistoso, serio sin ser solemne. Edgar Bayley, por ejemplo, andaba con una valija con borradores de sus poemas que solía perder cada tanto.
La invención de la palabra 
No se puede hablar de Poesía Buenos Aires sin antes mencionar a la revista Arturo. Con una obra de Tomás Maldonado (hermano de Bayley) en la portada del primer y único número de esta revista de artes abstractas, aparecido en el verano de 1944, Arturo se proponía rechazar el realismo y plantear la tensión entre abstracción y surrealismo optando como concepto clave el de invencionismo. La puja era explícita: “invención contra automatismo”. Carmelo Arden Quin, integrante del comité editorial junto a Rhod Rothfuss, Gyula Kosice y Edgar Bayley, dice que la invención era la fase superadora de las anteriores etapas creativas de la humanidad, y se correspondía con un estadio particular de la evolución humana concebida desde una postura marxista. “La imagen-invención”, para Bayley, “es intérprete de lo desconocido, acostumbra al hombre a la libertad”. La poesía, en las páginas de esta revista, estuvo presente en la voz de Arden Quin, Kosice y Bayley, pero también con el chileno Vicente Huidobro (predecesor estético con su “creacionismo”), el uruguayo Joaquín Torres García y el modernista brasileño Murilo Mendes. Los rasgos de esta poesía estaban dados por la falta de rima, el ritmo libre, la alteración de las reglas de puntuación y recurrentes yuxtaposiciones en el plano semántico. En su libro El arte abstracto (Siglo XXI, 2011), María Amalia García observó que la tensión constante entre la creación inconsciente y la construcción racionalista fue la marca de Arturo y se construyó a partir de negar las manifestaciones académicas, expresionistas y de contenido social del realismo, rescatar del surrealismo su capacidad para dar cuenta de la nueva imagen y comulgar con la abstracción (explícita en el subtítulo) en su búsqueda de la imagen pura, autónoma, constructiva y científica.  Seis años después del cierre de Arturo, Bayley se embarca en una nueva aventura impresa y en la segunda página del primer número de Poesía Buenos Aires, heredera de aquel proyecto efímero, vuelve a animar su fervor invencionista. La palabra, postula Bayley, más que un mero transmisor de ideas es un excitador de estados mentales. Este atributo del lenguaje es lo que Aguirre explicita en una carta que le escribe a Oliverio Girondo el 26 de junio de 1955 para comentarle su lectura de En la masmédula . “Es indudable –comenta Aguirre sobre el libro– que no se trata de una mera aventura verbal (a pesar de la apariencia en que habrá de enredarse más de un lector no exigente ni convencido), sino de esa ruptura con el lenguaje, con ‘la dialéctica de la inteligibilidad’ que es todavía asunto por resolver con urgencia en la poesía contemporánea. En realidad, la poesía es un duelo a muerte con el lenguaje, que es un traidor solapado del poeta. Eluard, hace muchos años, escribió con exactitud acerca de ese langage dépluisant qui suffit aux bavard y con el cual, no obstante, la poesía trata aún ingenuamente de conformarse. Pero ¿por qué conformarse? Esa es la pregunta que su Masmédula grita por los cuatro costados (seis, porque, después de todo, un libro es un prisma). Y es allí donde se me revela su apasionante itinerario, el valor de una actitud ejemplar, compañera de aquellos que buscamos (si me permite salvar distancias) la poesía por sus más difíciles caminos”.
 La vanguardia en disputa
La onda expansiva de Poesía Buenos Aires llega hasta Letra y Línea. Por eso no es casual que la Biblioteca Nacional haya recuperado en ediciones facsimilares, a la vez, el detonante (Arturo) y la esquirla (Letra y línea). Aunque fue una experiencia efímera de sólo cuatro números entre octubre de 1953 y julio de 1954, la revista dirigida por Aldo Pellegrini tuvo tiempo de polemizar con Poesía Buenos Aires a partir de una antología publicada en el número 13/14 (primavera de 1953) dedicada a “los poetas del espíritu nuevo”, los poetas madí y los surrealistas. Tiene sentido. El proyecto de Letra y Línea, como apunta el crítico Maximiliano Crespi en su libro La conspiración de las formas (Unipe, 2011), presuponía ante todo un intento de evaluar la renovación impuesta por lo más intenso de la experiencia estética de las vanguardias en sus más diversas variantes (percibir la oscuridad de su tiempo) y justo en el momento en que ésta surge, Poesía Buenos Aires se despacha con este recorrido donde se consigna qué es lo nuevo, lo madí y lo surrealista, recorrido que incluye autores propios y estrellas de una misma constelación: desde Juan Jacobo Bajarlía (director de otra revista anterior, Contemporánea) hasta Juan Carlos Aráoz de Lamadrid, pero también a referentes del núcleo duro de Letra y Línea como Enrique Molina, Julio Llinás y Osvaldo Svanascini. Ubicado entre los “poetas del espíritu nuevo”, Francisco Urondo es presentado como uno de los poetas más jóvenes del Litoral en el que detrás de sus palabras sencillas late una gran riqueza inventiva.
En el tercer número de Letra y Línea, su director, Aldo Pellegrini, responde con violencia a este panorama de poesía moderna apuntando al criterio utilizado para la selección que termina dando “una obra contradictoria, incomprensible”. La reseña fue contestada en Poesía Buenos Aires con un suelto irónico de dos páginas titulado “El profesor y la poesía”, impreso en papel amarillo y firmado por “La Dirección”. Con los años, Pellegrini llegó a ser tan amigo de Bayley y de Aguirre que éste le dedicó su libro Literatura argentina de vanguardia. El movimiento poesía Buenos Aires (1950-1960) .
La verdadera disputa, desde luego, no fue con los surrealistas, con quienes tuvieron más búsquedas y autores en común que con ningún otro grupo, sino con los poetas que vinieron después. La investigadora alemana Inke Gunia, de la Universidad de Hamburgo, ultima los detalles de su investigación La revista de vanguardia Poesía Buenos Aires(Iberoamericana Vervuert) en la que analiza que los textos publicados en los treinta números de la revista “van perfilando una idea de la responsabilidad social de sus autores, cuyo destinatario es la humanidad en general” y en este aspecto, desde la perspectiva de algunos, la poesía así conceptualizada no implicaba ningún tipo de compromiso social. Raúl Gustavo Aguirre, la infatigable fuerza motriz de la revista, en el editorial del número nueve (primavera de 1952) explica que el concepto de poesía apoyado por él no renuncia por completo a la relación con la “realidad”, porque la palabra poética, aunque labrada en el proceso de creación artística, no puede ser separada completamente de las raíces semánticas de la comunidad lingüística a la que pertenece. Sin embargo, a los referentes de Poesía Buenos Aires se les reprochaba evadirse de la “realidad social” y esquivar la “lengua hablada”. “Para nosotros ellos eran la vanguardia, eran casi el enemigo”, dice ahora Juana Bignozzi, una de las voces imprescindibles de la generación de los años sesenta cuyo referente fue Juan Gelman. “Nosotros llegábamos a derrumbar panteones, a romper con todo, y estábamos tan seguros de tener razón que no teníamos problemas en discutir con ellos. Después nos dimos cuenta de nuestra ignorancia y entendí que Aguirre nos había dado a leer lo que nadie antes y que tanto Francisco Madariaga como Edgar Bayley fueron los verdaderos grandes de nuestra poesía.”

Editores

La resistencia de los editores

Daniel Badenes presenta la experiencia de las editoriales autogestionadas e independientes y anuncia la realización de la 4ª Feria del Libro y la Revista, que se llevará a cabo en la Universidad Nacional de Quilmes los días 18 y 19 de septiembre.

Por Daniel Badenes *
Desde fines de los ’80 y particularmente desde los ’90, el sector editorial ha atravesado un proceso de concentración económica que transforma la práctica de edición de libros, históricamente concebida como “empresa cultural”. El fenómeno incluye la compra de editoriales por grandes grupos de la industria de la información y el entretenimiento; la producción a gran escala a partir de la explotación extendida de zonas lingüísticas; y la creciente financierización de la gestión, cuya exigencia de rentabilidad deviene en políticas editoriales cortoplacistas.
En la perspectiva de esa edición industrial-financiera, lo comercial prima sobre lo cultural: producir un libro no difiere de producir un auto o una gaseosa. Regidos por lo que dicta “la demanda”, siempre se busca el best-seller. Los éxitos se imitan, producen modas y las modas uniformizan los contenidos.
En Argentina, dos actores claves resisten esa tendencia: la edición universitaria y la llamada edición independiente. En un país con un sistema universitario sólido, unos cuarenta sellos funcionan en ese ámbito público construyendo catálogos que no se rigen por las ventas y cuyos títulos van incluso más allá de la producción académica. Valga como ejemplo la Editorial Universitaria de Villa María, con colecciones como Tinta Roja, dedicada a las novelas policiales latinoamericanas.
Agregan oxígeno al sector las llamadas editoriales “independientes”, que a distintas escalas apuestan a una edición plural, muchas veces apasionada y militante, que crea una oferta de libros más allá de las modas. Desde la autogestión y el artesanado hasta ciertas pymes culturales “atendidas por sus dueños”, estos editores de creación contribuyen a la “bibliodiversidad”, palabra acuñada por profesionales del libro de América latina a fines de los ’90, cuando se hacían evidentes los peligros de la concentración. La bibliodiversidad se opone a la best-sellerización. Estos editores “son alternativamente descubridores, laboratorios de investigación, actores políticos comprometidos”, define Gilles Colleu en su libro La edición independiente.
Ensayan alternativas y, más de una vez, están a la vanguardia incluso del sector académico: cabe mencionar el uso de licencias libres, muy frecuente entre los editores autogestionados y poco explorado en la universidad pública, todavía aferrada a la tradición del copyright.
La potencia creativa de estos editores se comprueba en cada evento que los convoca, desde las Ferias del Libro Independiente (FLIA) autogestionadas, que florecieron en todo el país desde 2006, hasta eventos como la Fiesta del Libro y la Revista organizada en Quilmes y convertida en el evento más convocante para el sector en una universidad pública.
Esta última convoca a otro actor fundamental para la pluralidad de ideas y relatos: las revistas culturales, que hoy pujan por la sanción de una ley de fomento (La Ventana de Página/12, 5/2/2014), ingresada al Congreso en mayo del año pasado.
Poner en relación los mundos de la edición autogestionada de libros y de revistas es relevante, no sólo porque ambos comparten los karmas del oligopolio del papel y la corporativización del sector de la distribución. La propia dinámica de la concentración los vincula: cuando las editoriales son absorbidas por grupos económicos, se teje una relación vertical con ámbitos de la difusión y de la crítica. El caso de Hachette es paradigmático: la megaeditorial francesa es, también, la principal productora de revistas en el mundo, con centenares de títulos lanzados al mercado. Y se sabe: hoy la clave de los medios comerciales no está en lo que dicen, sino en lo que silencian. La extinción casi total de la crítica literaria y la escasez de espacios de promoción para sus títulos es un problema acuciante para los editores independientes de creación, que encuentran en aquellas revistas culturales su principal ámbito de expresión.
La edición independiente de libros y revistas contribuye, en suma, al ejercicio pleno de la ciudadanía y la construcción de una cultura que resiste a la lógica del capitalismo. En 2005, en un encuentro de editores realizado en Guadalajara, la italiana Ginevra Bompiani (de Nottetempo) afirmó que “la pequeña edición independiente es una forma de resistencia”. “Resistir no quiere decir solamente luchar –decía–, sino persistir. Seguir siendo lo que uno es, lo que se empezó por ser, lo que en nosotros quiso ser editor. La edición siempre fue una forma de resistencia.” Más allá del lucro, ratificando una vez más que la comunicación, la educación y la cultura son derechos humanos, el encuentro de la Universidad con los editores –con esos editores– es una gran noticia.

* Director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNQ.

jueves, 28 de agosto de 2014

SALONES DONDE SE SOÑABA EL FUTURO

Entre 1860 y 1930 librerías, cafés, ateneos fueron espacios donde transitaban ideas y daban vida al semillero intelectual del país recién nacido. La joven historiadora Paula Bruno compiló una serie de artículos de investigadores que ordenan estos tránsitos.

por Hector Pavón
El fin del siglo XIX asomaba con más preguntas que propuestas acerca de la identidad de un país que venía de superar los dilemas rosistas. Quienes integraban algo así como la esfera intelectual se preguntaban acerca del carácter, la necesidad y las formas de una “cultura nacional”. Algo que los distinguiera de las herencias europeas, la influencia estadounidense y los intentos similares en los territorios vecinos. Hay inquietudes, se tejen formas de intercambio muy particulares y un grupo de personajes con distintos grados de inquietud y formación circulan por los empedrados de Buenos Aires en busca de definiciones. Círculos, salones, ligas, partidos políticos, sociedades, academias son los ámbitos donde se desarrollaban las Sociabilidades y vida cultural Buenos Aires, 1860-1930 , tal el título que reúne una serie de artículos de investigadores que ordenan estos tránsitos y que compiló la joven historiadora Paula Bruno (Universidad Nacional de Quilmes Editorial).
–A partir de 1860 comienza a buscarse la identidad de la joven Argentina. ¿Qué pasaba entonces?–Después de la experiencia rosista, cuando Buenos Aires y la Confederación se unen, hay una especie de gran incógnita sobre qué va a pasar con el país, los destinos políticos, etc.; hay preguntas sobre la sociedad, se empieza a pensar la inmigración como solución a la falta de población y aparece la pregunta sobre qué debería ser la cultura nacional. Para 1862 cuando Mitre asume la presidencia se empieza a percibir un clima de estabilidad, surgen preguntas sobre la conformación de lo que iba a llamarse cultura nacional: empieza el debate sobre qué es el idioma de los argentinos, la organización de la vida social. Se detecta que la vida cultural es muy frágil. Por ejemplo, la biblioteca de Mitre tiene más ejemplares o está más actualizada que la biblioteca de Buenos Aires. Mitre se convierte en gran prestador de libros. Los vínculos personales sustituyen a los institucionales.
–¿Y quiénes son los protagonistas de esta sociabilidad?–Hay personalidades que articulan la vida cultural, sobre todo la generación del 37. Había una autopercepción de que estaba todo por hacerse y eso generaba muchísimo optimismo. Todo era posible, como una cultura de la arcilla: se podía moldear de una manera u otra. El rosismo había dejado cierto desgarramiento social, tensiones entre rosistas y antirrosistas, exiliados y los que se habían quedado, los que habían sufrido la persecución y otros que no, que no eran rosistas pero se habían quedado en Buenos Aires. Hay una intención de recomposición de los lazos sociales, surge un entramado bien interesante donde se plantea la conciliación de intereses políticos en el ámbito de la cultura que en otro lugar no se puede lograr. Me interesó pensar cuáles son los circuitos donde los libros se discuten, se publican, llegan cosas de afuera y circulan, la gente habla sobre las novedades de otras latitudes. Allí empezó esta exploración de estos círculos, asociaciones, etc. Los protagonistas son políticos, letrados, científicos, literatos, profesores, periodistas.
–¿Ellos son claros representantes de una elite?–No. No todo el mundo viene del mismo lugar social, hay familias que se exiliaron durante el rosismo que perdieron todo el patrimonio. Hay hijos que vuelven del exilio como Miguel Cané, Eduardo Wilde, que no tienen patrimonio pero sus padres fueron figuras en décadas anteriores. También tenés a José Manuel Estrada, bisnieto del virrey Liniers, una familia muy estable y con muchísimo patrimonio. Desde las coordenadas socioeconómicas no se puede definir una elite compacta. Desde las coordinadas culturales se podría decir que está en gestación cierta elite, se empiezan a reconocer algunos personajes que se convirtieron en figuras importantes de la cultura ya para la época del Centenario. Pero si hay que hablar de una elite cultural está en formación y conformada por gente muy diferente, hijos de exiliados, extranjeros. Anteriormente se había convocado a gente como el alemán Herman Burmeister que a partir de 1862 dirigió el Museo Argentino de Ciencias Naturales, otros expertos, científicos, o el mismo Paul Groussac. Ellos convivían con los hijos de exiliados que estaban volviendo y no tenían un lugar muy claro en esta vida cultural y que quizá eran correctores de prueba de los periódicos...
–¿Y fuera de Buenos Aires, qué ocurría en la Argentina?–Hay focos muy activos a nivel cultural como Córdoba. Si pensamos en procesos como la reforma universitaria de 1918, ahí vemos que había en décadas anteriores una vida cultural muy activa. Ahora se ve cómo eran las relaciones entre una elite más conservadora, más tradicional como las familias típicas cordobesas y los jóvenes un poco más aggiornados y que no estaban de acuerdo con esa cultura tradicional. En Tucumán hay sociabilidades asociadas muchas veces a los periódicos. Las redacciones importantes de los periódicos de provincia funcionan como espacio de sociabilidad cultural. Llegan los libros, las noticias, mucha gente que se junta para conocer y discutir las novedades. En el colegio de Concepción del Uruguay estudiaron muchas figuras políticas importantes del 80. Se lo reconoce como un polo intelectual. La generación de Roca tiene figuras con peso vinculadas por lazos culturales, sociales y políticos. Pero Buenos Aires es el lugar donde entran las novedades, sigue funcionando como un lugar donde llegan las cosas.y de ahí se diseminan hacia el resto de los lugares. Tal como el mapa del ferrocarril.
–Hablás de la historia de la conversación. ¿Qué características tiene en este período, cuál es el papel?–Cuando uno lee las actas de estos círculos o la transcripción de discusiones hay algo que se puede percibir sobre qué palabras se usaban, por ejemplo. En las cámaras de senadores, diputados hay como un registro de conversaciones que muy indirectamente se puede captar donde uno ve que hay ciertas palabras, formas de definir al adversario que van por un registro de la oratoria, sin embargo son muy interesantes las actas o crónicas de estos círculos. Hay otro nivel de conversación que tiene que ver con generar lazos sociales, una intención desde la palabra de generar un ámbito cultural armonioso. Hay una idea de “basta de guerra”, hay una búsqueda de conciliación de intereses, pero no como la utopía de la cultura letrada donde todos somos iguales sino algo que desde ahí salgan vínculos que se puedan replicar en otros lugares. A eso se llama la cultura de la conversación: cómo se genera una trama social sin mandato de una ideología sobre otra.
–¿La idea de crear clubes, asociaciones, círculos es una tradición europea aquí reproducida?–En Europa se ven tipos de sociabilidad cultural del Antiguo Régimen, el salón aristocrático que tenía pautas de funcionamiento. Después de la Revolución Francesa, cuando la aristocracia decae, asciende la burguesía y comienzan a funcionar sus círculos. Entonces se asocia mucho como un actor social con una práctica cultural. La vida virreinal no era muy consolidada, no había tertulias con tradición española. Desde muy temprano, Buenos Aires tenía una sociabilidad mezclada, nunca hubo salones aristocráticos. En México o Perú uno encuentra un modelo traducido de los salones europeos pero acá no terminaron de cristalizarse. Estas asociaciones convivían con las logias, tertulias, siempre hubo superposición en la vida sociocultural y los modelos en los que esta gente se nutría. En realidad también son mixtos, tratan de recuperar alguna experiencia local como la de Marcos Sastre y la generación del 37 con el salón de lectura. Pasa algo interesante con una librería frente al Colegio Nacional. La gente iba a ver las novedades a la librería de Paul Morta, que hoy es la del Colegio. La librería siempre fue un lugar de sociabilidad intelectual. Ante la carencia de otros espacios más formales, estos sitios empezaron a pesar en el imaginario como posibilidades, no son modelos europeos que se traducen. No hay un único norte, hay mucha creatividad a nivel cultural.
–Decís: “El club literario se propone dejar la política de lado...” ¿Fue así?–Lo que sabemos es lo que ellos cuentan, el círculo literario parece lograrlo. Es un momento donde hay más voluntad de dejar la política de lado, es de 1864 y entonces la tensión entre rosistas y antirrosistas, y otros, está en carne viva. Está esa idea de no usar ese espacio para la discusion política, que no se la use para impedir el avance de la cultura, que los odios del pasado no operen sobre la discusión de la cultura argentina. Seguramente muchos lo discutían fuera de allí.
–¿En estos círculos se piensa en el futuro? ¿Hay un modelo político, un plan a seguir?–De alguna manera hay una conciencia de la necesidad de construir tradiciones. Había una sensación de vacío, se veía y se trataba de sopesar una cultura muy personalista. Eso no parecía muy interesante para legar al futuro. Sí, hay grandes figuras, los padres fundadores Alberdi, Sarmiento, Mitre, pero ¿cómo se articula eso con la posibilidad de transmitir saberes, armar tradiciones? La Academia de Ciencias y Letras tuvo la iniciativa de armar un diccionario de argentinismos: hacen un relevamiento, algunos viajeros registran vocablos usados en el interior para armar un corpus de palabras que de algún modo traduzcan qué es la Argentina. Ahí aparecen necesidades que no son pedidos del Estado, hay voluntad de esta gente que tiene una idea de futuro, de generar un saber que quede, que se pueda transmitir. Muchas de las personas que estaban en estos círculos tenían responsabilidad porque escribían los primeros manuales para escuelas. En esas mismas discusiones de círculos se preguntaban: ¿cómo se enseña historia en las escuelas? Hay preocupaciones serias sobre el futuro y sobre cómo se forja una cultura nacional, están comprometidos. No son círculos de ocio que se juntan a hablar de literatura y jugar al ajedrez, son espacios activos que piensan cómo generar una vida cultural rica.
–Una curiosidad que aparece en el libro, ¿qué lugar ocupan las sociedades espiritistas en este circuito?–En su artículo, Soledad Quereilhac sostiene que los espiritistas muestran un fenómeno diferente. Mientras el círculo literario, la academia de ciencias y letras, tienen un registro más de creatividad de la cultura nacional y de bregar sobre cómo conformarla, hay otros círculos o espacios de sociabilidad que entran en un circuito más internacionalizado. El espiritismo o la teosofía son registros que atraviesan Occidente y que llegan acriolladas. Es interesante que las mismas figuras circulaban por muchos lugares diferentes, van al ateneo, los clubes y algunos circulan por los círculos espiritistas. Las mismas personas conviven con gente muy diferente. Esos saberes que uno prejuiciosamente pondría en la vereda opuesta de la cultura científica o que ubicaría en el lugar del misticismo en realidad conviven con estas prácticas. Pero quienes parecen estar en el registro espiritista tratan de buscar una explicación racional, científica al problema. Forman parte de ese clima, esos saberes que se van repensando para las necesidades locales.
–¿Y que se dirime en escenarios políticos como los que disputan los socialistas y los anarquistas?–Martín Albornoz sostiene en su texto que la necesidad de generar lazos sociales va más allá de las diferencias. Hay dos registros interesantes, los socialistas tienen una práctica oratoria, un comportamiento que se parece más a las pautas parlamentarias; y los anarquistas con una cosa más pasional de discusión, conversación. Son discusiones dispares porque entre los socialistas hay más figuras intelectuales como Juan B. Justo, Nicolás Repetto; en la cultura anarquista las figuras intelectuales son más difusas. Pero se dan al diálogo, posibilitan el diálogo con los otros. La discusión política puede circular por el parlamento, la prensa pero tiene que seguir habiendo espacios donde haya niveles de diálogo y eso tiene que ver con un aprendizaje surgido de las guerras del siglo XIX. Se necesita superar esa tensión constitutiva. Queda por varias generaciones la necesidad de establecer una trama social que no esté todo el tiempo atravesada por el conflicto político.

viernes, 8 de agosto de 2014

Escritores unidos jamas seran vencidos...

Bodegas. Amazon dispone de medio centenar de depósitos en todo el mundo desde donde distribuye esa mercancía llamada libro.

Escritores unidos contra Amazon

Libros. Autores de todo el mundo se unen para frenar el avance de la librería virtual.

Casi 900 autores de todo el mundo han firmado una carta protestando contra las tácticas de Amazon en sus agresivas negociaciones comerciales con la casa editorial Hachette, la cuarta más grande de los Estados Unidos. La lista incluye best-séllers y autores de prestigio y reconocimiento mundial como Paul Auster, Donna Tartt, John Grisham y Stephen King. El autor de thrillers tecnológicos, Douglas Preston, ha sido el creador de esta iniciativa.
A través de The Authors Guild, una organización estadounidense fundada en 1912 que milita por los derechos de autor, se publicó la carta que declara que –en el último mes– Amazon a) boicotea autores de Hachette; b) rehúsa aplicar descuentos a los títulos de Hachette; c) demora la entrega de títulos de Hachette por semanas.
La carta dice lo siguiente: “Como escritores, sentimos fuertemente que ningún vendedor debería bloquear la venta de libros o disuadir a clientes de comprar los títulos que desean. No es justo que Amazon, como parte de sus represalias, perjudique a un grupo de autores que no tienen parte en la disputa.” En su pulseada con Hachette, Amazon retruca que no hay motivos para que un libro electrónico cueste más de diez dólares. Lo justifica argumentando que un e-book no se imprime, no tiene gastos de distribución ni de depósito ni se corre el riesgo de hacer libros de más: una vez pagados los costos de edición, todo es ganancia. Para Douglas Preston: “Por mucho tiempo, Amazon ha estado abusando de su poder de una forma prepotente y creo que los autores están hartos. Nos sentimos traicionados porque ayudamos a Amazon a convertirse en una de las corporaciones más grandes del mundo. Lo apoyamos desde el comienzo, contribuimos con blogs gratis, reseñas no pagadas y todo tipo de tareas que Amazon nos pidió hacer sin recompensa.” Acerca de la protesta de los autores dijo: “Nunca en mi vida he visto a autores unirse como lo están haciendo en este caso.” Philip Jones, editor de Bookseller –una de las publicaciones más importantes sobre la industria editorial en los Estados Unidos– declaró: “Todo el mundo piensa que esta negociación va ser crucial para lo que viene. No sabremos cuáles sean los términos que se firmen cuándo eventualmente se pongan de acuerdo, pero eso será una línea dibujada en la arena con la cual todos tendremos que vivir.” Jones agregó: “Amazon es tan grande y tan dominante que esto tendrá un efecto global. Especialmente en el mercado de los libros electrónicos, en el cual si no estás siendo vendido o activamente promocionado por Amazon, estás muerto.” Ya ha habido disputas parecidas pero esta es la primera vez que se ha despertado la ira colectiva de los escritores. “Ser señalado como una empresa que es irrespetuosa hacia los autores no es nada bueno para Amazon.” dijo Jones.
Amazon ha intentado ganar terreno en la disputa ofreciendo darle el ciento por ciento de las regalías a los autores de Hachette mientras que dure la disputa, pero el sello editorial rechazó esta oferta.
Por su lado, Amazon dice que está luchando para ofrecer mejores precios a sus clientes. En una reciente entrevista con el Wall Street Journal, Russ Grandinetti, el vice presidente de contenidos de Kindle –el dispositivo de lectura electrónica de Amazon– afirmó: “Esta discusión es sobre los precios de los e-books. Los términos bajo los cuales establezcamos acuerdos comerciales determinarán el nivel de los precios que podremos ofrecer a nuestros clientes.” Nadie estima que la disputa Amazon-Hachette se resolverá pronto. Por su lado, Preston ha prometido seguir luchando por los derechos de autores.

domingo, 18 de mayo de 2014

Editoriales medianas y pequeñas


La unión hizo la fuerza en la Feria del Libro

Se multiplicaron en Buenos Aires durante los últimos diez años y, siguiendo el ejemplo de Los Siete Logos, que desde 2013 agrupa en un mismo stand a Beatriz Viterbo, Adriana Hidalgo, Caja Negra, Entropía, Eterna Cadencia, Katz y Mardulce, en esta edición debutaron Los Sólidos Platónicos

por Violeta Gorodischer
Agruparse para ganar fuerza: ésa es la premisa que, en la última Feria del Libro , reunió a varias de las editoriales medianas y pequeñas que se han multiplicado en Buenos Aires. Tal vez el ejemplo más elocuente sea el de Los Siete Logos, stand revelación 2013, que este año apostó a repetir la experiencia. Lo conforman Caja Negra, Eterna Cadencia, Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Katz, Mardulce y Entropía. Un popurrí con algunas de las propuestas más innovadoras en lo que hace al terreno literario local. Caja Negra, por ejemplo, nació en 2006 con la publicación de El arte y la muerte, de Antonin Artaud; Nietszche, filósofo dionisíaco, de Ezequiel Martínez Estrada, y Acéphale, libro que compilaba los cinco números de una revista dirigida por Georges Bataille. El crecimiento más importante, sin embargo, se dio en los últimos dos años. Tanto, que hace sólo semanas se hicieron acreedores del premio "Editores del año", elegido por el jurado más incuestionable en termómetros de lectura: los libreros. Palabra desorden, de Arnaldo Antunes; Black Music, de LeRoi Jones, y El contexto de un jardín, de Alexander Kluge, son los últimos títulos editados. "Logramos establecer una frecuencia de novedades y reediciones mensuales más constante que la de los primeros años. Fuimos afianzando y expandiendo ese círculo de lectores: al multiplicar nuestro catálogo, la propuesta editorial de Caja Negra va sumando una mayor cantidad de temas y de registros, va expandiendo su alcance", explica Ezequiel Fanego, uno de sus creadores. En cuanto a la decisión de asociarse con otros colegas, Fanego asegura que tiene que ver con las instancias de diálogo y solidaridad, "muy comunes entre cierto tipo de editoriales". Así, en ese contexto de intercambio, surgió la idea de participar juntos "como un modo de absorber entre todos los costos y al mismo tiempo conformar una propuesta lo más rica y alternativa posible". Algo parecido sostiene Leonora Djament, al frente de Eterna Cadencia, una editorial que, desde su nacimiento en 2008, apuntó a un crecimiento lento y sostenido a partir de la publicación de literatura, poesía y ensayos. El mes pasado sacaron al mercado La descomposición, de Hernán Ronsino, y Sobre Kafka, de Walter Benjamin. "Es más fácil, divertido y rentable agruparnos con otras editoriales -asegura Djament-. La Feria del Libro es un espacio muy grande y costoso, y la mejor alternativa fue elaborar una estrategia asociativa donde potenciamos nuestros catálogos." Damián Tabarovsky, de Mardulce, afirma: "Publicamos libros arriesgados, y a la vez, lo hacemos de una manera profesional: los libros están bien editados, bien distribuidos, con buena prensa. Exportamos a América Latina y España". ¿Sus últimos títulos? Inclúyanme afuera, de María Sonia Cristoff, y Letras hilvanadas. ¿Cómo se visten los personajes de la literatura argentina?, de Victoria Lescano.

PLANES PARA EL FUTURO

Tanto éxito tuvieron Los Siete Logos, que ya han compartido varias ferias en el interior del país durante 2013, fueron juntos a la Feria del Libro de Chile y tienen planes para Guadalajara. Pioneros de la movida, los mentores de Entropía, que acaba de cumplir su primera década, miran el pasado con fuerza reivindicatoria: "Nacimos en 2004, cuando aún eran muy notables las secuelas de la mayor crisis socioeconómica de la historia argentina. Un contexto complejo, que presentó dos características que alentaron la formación de nuevas editoriales. Por un lado, una fuerte restricción del mercado importador de libros como consecuencia de la devaluación del peso. Por otra parte, el clima social había derivado en una gran efervescencia en la producción textual -recuerda Sebastián Martínez Daniell-. En estos años surgieron Interzona, Eterna Cadencia, Bajo la Luna, Mansalva, Tamarisco, Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Caja Negra, Entropía y algunas más. Editoriales que venían a reflejar esa enorme producción literaria que estaba siendo ignorada o desperdiciada."
Diez años más tarde e inspiradas en varios de estos antecesores, jóvenes apuestas editoriales se unieron bajo el nombre Los Sólidos Platónicos para debutar en la Feria 2014: Fiordo, Aquilina, Letranómada, Libraria, Criatura Editora, Gourmet Musical y Wolkowicz. "El ejemplo de Los Siete Logos nos pareció inteligente e interesante, así que convocamos a algunas editoriales más con las que sentimos afinidades y también complementariedad, y nos tiramos a la pileta", cuenta Julia Ariza, de Fiordo, que editó su primer título en 2012 (El diván victoriano, de Marghanita Laski). Lo interesante es que esta acción trasciende el marco de la Feria: por un lado, ya encaran ventas al exterior en forma conjunta, por el otro, varios de los integrantes del colectivo se agruparon para promocionar sus catálogos en las librerías a lo largo del año. "Y es probable que aprovechemos esta nueva red para pensar nuevas actividades que nos permitan llegar a más librerías, ferias y lectores", agrega Julia.
En el efervescente campo de la literatura infantil, por otra parte, la idea se replica. Bajo el nombre de Tejemos Historias, varias editoriales especializadas en este género (Ojoreja, de Lúdico, Gerbera y La Bohemia) apostaron al objetivo de ganar fuerza y visibilidad en el mismo movimiento. "En una primera instancia, esto ha tenido que ver con la presencia en la Feria del Libro, pero al poco de andar descubrimos que cada quien podía compartir su experiencia y sumar no sólo en el particular de los demás sino también en el colectivo. Así apareció la necesidad de buscar un nombre y empezar a desarrollar una identidad común", plantea Valeria Sorín, editora, junto con Laura Demidovich, de La Bohemia, un proyecto de donde han salido títulos como Una siesta antes de comer, de Sandra Comino y Yael Frankel, Alacrana para armar, de Graciela Bialet e Istvansch, y El Jorobadito, de Roberto Arlt, ilustrado por Luis Scafati.
Ricardo Romero, de Aquilina (parte de Los Sólidos Platónicos), repasa el parate de dos años que tuvo su editorial, nacida en 2008, ("problemas de distribución", aduce) y se alegra de haber podido resurgir en el último año. "Las editoriales chicas tenemos las mismas ventajas (capacidad de riesgo y apuestas personales, ausencia de burocracia que encarece la producción de cada libro), pero también los mismos problemas: distribución, proyección, llegada a los lectores -sostiene-. Estar en la Feria es un salto hacia adelante en todos estos aspectos, y el hecho de reunirnos teniendo catálogos tan distintos nos permite que los lectores se crucen." La ventaja, coinciden todos, es que entre ellos no compiten. Más bien, se complementan.

viernes, 11 de abril de 2014

Al rescate de los libros malheridos


por Natalia Blanc
El 12 de junio de 2012, cerca de cinco mil libros de la Biblioteca "Esteban Echeverría" de la Legislatura porteña quedaron bajo el agua durante varias horas por culpa de la avería de un caño. Un grupo de restauradores y de voluntarios se ocupó de rescatarlos en plena madrugada. Casi dos años después, la mayoría de los volúmenes afectados fueron recuperados. Algo similar ocurrió el 2 de abril de 2013 en la Biblioteca de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam): en medio de una fuerte tormenta, una "ola" entró por la ventana del subsuelo y empapó pilas de libros, depositados allí a la espera de ser catalogados. Un equipo de especialistas del laboratorio Tarea, dependiente de la Unsam, logró salvar la mitad de los ejemplares. El resto está en proceso de recuperación en un freezer (a 18 grados bajo cero), una de las técnicas que se utilizan para estabilizar el material afectado por el agua.
Tarea (Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín) y el Laboratorio de Conservación Nicolás Yapuguay, de la Compañía de Jesús, son dos instituciones de referencia en el país, especializadas en restauración de piezas bibliográficas y capacitación del personal de bibliotecas y archivos. Con distintos perfiles, ambas trabajan con equipos interdisciplinarios y abarcan también las áreas de investigación y de formación a través de carreras de posgrado, en el caso de Tarea, y de seminarios abiertos a la comunidad, en el Nicolás Yapuguay, que funciona como un laboratorio escuela.
Patrimonio bibliográfico
El edificio de Barracas (Benito Quinquela Martín 1784) donde tiene su sede Tarea fue construido en 1987 por la Fundación Antorchas. Desde 2004, cuando fue cedido a la Unsam, el taller ha restaurado más de 200 obras; entre ellas, el mural Ejercicio plástico, de David Alfaro Siqueiros. También se ha ocupado de muchas de las piezas de la colección Furt, conservadas en la estancia Los Talas de Luján.
"Continuamos con las tareas de restauración impulsadas por la Fundación Antorchas y se sumaron actividades de índole académica: la investigación y la formación de recursos humanos en conservación y restauración de patrimonio artístico y bibliográfico -cuenta María Angela Silvetti, restauradora y docente que trabaja en Tarea desde 2008-. Nos orientamos hacia el patrimonio nacional. En general, atendemos demandas de instituciones públicas y también de algunos coleccionistas y particulares."
Uno de los proyectos más importantes que Tarea lleva adelante en la actualidad está centrado en la investigación y restauración del archivo personal de Pío Collivadino, un trabajo que involucra a conservadores e historiadores del arte. Además, desde 2009, brindan asesoramiento y capacitación al personal de la Biblioteca de la Facultad de Derecho (UBA). "Para celebrar el Bicentenario, la facultad montó una exposición dedicada a las lecturas en el Mayo de 1810, y nosotros nos ocupamos de restaurar un conjunto de libros del fondo antiguo para que estuviera en condiciones de exhibirse -explica Silvetti-. En una segunda etapa trabajamos sobre encuadernaciones del siglo XIX. La próxima involucra una colección de primeros impresos rioplatenses, algo que nos ha permitido aprender sobre la encuadernación en la época y las técnicas de impresión en nuestro territorio."
El Laboratorio de Conservación Nicolás Yapuguay, por su parte, se dedicó desde sus comienzos, en 2005, a restaurar los quince mil volúmenes del Fondo Antiguo de la Compañía de Jesús en la Argentina, que en su mayoría fueron impresos entre los siglos XV y XVIII. Hoy ese trabajo está casi terminado, pero quedan algunos ejemplares en proceso de estudio y recuperación, como un libro de bolsillo, presuntamente hecho a pedido de un jesuita, que tiene algunas páginas manchadas con aceite.
Equipado con maquinaria e instrumental de última generación, de origen italiano y único en América Latina, el laboratorio que funciona en el edificio del Colegio del Salvador (Callao 542) también atiende consultas y pedidos de instituciones y particulares. Además de libros, allí restauran fotos antiguas. El personal de esa área fue convocado después de la gran inundación que afectó la ciudad de La Plata para asesorar a vecinos que querían recuperar sus álbumes de fotos familiares.
En un recorrido por las instalaciones, la responsable del laboratorio, Susana Brandariz, explicó a adncultura cada paso del proceso desde el diagnóstico inicial: cuando ingresa el material, se registra con cámaras digitales el estado en el que llegan las piezas. Enseguida lo estudian en forma interdisciplinaria (especialistas en papel, tintas, época de impresión, entre otras cuestiones) y deciden la técnica a utilizar. Como el criterio que prima actualmente está basado en la intervención mínima (para conservar las marcas de uso y del paso del tiempo que dan prueba de la historia, como en el caso citado de la Biblia personal de un jesuita), muchas veces el libro sólo recibe un tratamiento básico de limpieza. Aunque con los equipos italianos con los que cuenta el laboratorio es posible desmontar páginas, lavarlas, recuperar pedazos de papel rotos o carcomidos que atentan contra la lectura y rearmar los libros, entre otras cosas, en general tratan de evitar los procedimientos más extremos. Al igual que en Tarea, los restauradores del taller Nicolás Yapuguay utilizan técnicas reversibles, que permiten volver al estado anterior al de la intervención. Así, si fuera necesario, se podría aplicar otro método de restauración en el futuro.
Cada pieza recibe el tratamiento que necesita. Pero hay algunos pasos comunes. Con lupa y en una mesa de luz, una experta en papel analiza marcas como filigranas y sellos típicos de la época. La limpieza se puede hacer en forma manual y también con una máquina por la que, por ejemplo, pasaron cientos de libros de la Biblioteca Nacional. Todo eso se realiza en el sector seco. En el sector húmedo están las bateas donde se sumergen hojas sueltas, que luego pasan por la mesa de succión que aspira la humedad del papel. En un espacio cerrado está la "estrella" del laboratorio: una máquina que permite reconstruir hojas dañadas, con pulpa de materiales similares al original que preparan allí mismo. En unas estanterías metálicas se dejan secar las páginas y luego hay prensas de diversos tamaños para rearmar cada ejemplar. Estos últimos pasos se aplican en casos excepcionales.
Entre las instituciones que han requerido los servicios del laboratorio de la Compañía de Jesús figuran las bibliotecas del Centro Argentino de Ingenieros, de la Asociación Dante Alighieri y del Museo Mitre, cuyo acervo donado por Bartolomé Mitre fue limpiado, relevado y restaurado por el equipo dirigido por Brandariz. También trabajaron con documentos afectados por hongos en la Comisión Nacional de Valores y restauraron un libro del siglo XVI proveniente de la abadía del Niño Dios, de la provincia de Entre Ríos. Actualmente, se ocupan del fondo antiguo que conserva el convento de San Lorenzo, en Santa Fe.
Colecciones privadas
Los libros, las revistas y los documentos guardados en bibliotecas particulares también corren riesgo de deterioro, más allá del potencial peligro de un caño roto o una inundación. El polvillo acumulado en estantes y muebles, la proliferación de hongos e insectos, el exceso de calor y humedad en los ambientes suelen afectar el papel, en especial el que fue producido industrialmente entre 1850 y 1950, que contiene alta cantidad de fibras impuras. Es por eso que los restauradores aplican procedimientos de conservación preventiva, es decir, todo lo que se puede hacer (a nivel institucional y particular) para cuidar esos preciados objetos de lectura. Al igual que sucede con los vinos, las condiciones ambientales en los espacios de guardado resultan clave. Tanto es así que los estudiantes de la orientación en "Restauración y conservación de material de bibliotecas y archivos", de la carrera de Bibliotecología de la Universidad de Buenos Aires, cursan una materia llamada, justamente, Conservación Preventiva.
"Cada colección tiene su propia patología y su propia manera de subsistir. El mismo material no sobrevive en dos lugares distintos. Es por eso que cuando se mueven las bibliotecas de lugar o de ambiente, a veces, los papeles se deterioran -asegura Silvetti-. Los materiales tienen sensibilidades diferentes y, según como se hayan conservado, estallan o no los problemas inherentes. Me ha pasado entrar en fondo antiguo en Mendoza y ver los cueros impecables, ya que no hay humedad como en Buenos Aires, donde la mayoría de las colecciones están deterioradas por el clima y la polución ambiental."
Según la especialista, el problema más importante que sufren los papeles es el de la acidez. "Cuando comenzó la fabricación industrial, se logró una producción masiva de celulosa pero con materia prima menos pura. La presencia de lignina (una de las fibras de la madera), más algunos encolantes, provoca que el papel se vuelva amarillo, amarronado, y sumamente quebradizo. Ése es un problema típico del período que va de 1850 a 1950", agrega Silvetti.
Si el material tiene hongos o fue atacado por insectos se puede desinfectar con técnicas diversas. En la Facultad de Derecho, Tarea está recuperando libros y documentos afectados por insectos. "Hay dos clases de insectos que se alimentan de papel y de los engrudos empleados en las encuadernaciones. Trabajan en cooperativa: uno come en forma vertical y el otro, en forma horizontal. Juntos hacen estragos", explica Brandariz.
¿Qué se puede hacer cuando los libros quedan bajo agua? Por suerte, según coinciden las especialistas, siempre se puede encontrar una solución. "Viví varios desastres por agua, de distinta escala -cuenta Silvetti-. Uno de ellos fue el que afectó nuestra biblioteca. Ese episodio nos sirvió para estudiar nuevas técnicas de secado que todavía no habíamos aplicado."
Como instructivo general, más allá de que se trate de una institución o de una vivienda particular, para recuperar los libros mojados hay que actuar rápidamente: lo primero es separar y poner a secar los ejemplares durante las primeras 48 horas, dado que luego comienzan a desarrollarse microorganismos. "Como criterio inicial hay que reconocer los tipos de soportes que están presentes en las colecciones: si se trata de papel ilustración, por ejemplo, hay que secar de manera urgente porque se pega. También hay que determinar de qué período son los libros: muy probablemente uno antiguo resista mucho mejor que uno moderno. El papel es el material más noble en el agua porque ésta es parte de su naturaleza (se hace con agua), pero las cubiertas de piel y cueros se arruinan con la humedad", agrega la docente.
Ambas instituciones ofrecen asesoramiento y formación para el personal de bibliotecas, museos y archivos. Para los restauradores y conservadores es un importante desafío. "Ésa es otra apuesta: acompañar los proyectos de modo integral, no sólo con la intervención de las piezas sino también con la capacitación de los usuarios, una práctica que tendrá un beneficio a largo plazo -concluye Silvetti-. Todavía hay mucho trabajo para hacer.".